ARGENTINA/GANADERIA: EN BUSCA DE UNA OPORTUNIDAD

ARGENTINA/GANADERIA: EN BUSCA DE UNA OPORTUNIDAD
El rodeo argentino bovino se compone de unos 27 millones de vientres, de los cuales aproximadamente 24,3 millones son de razas de carne y 2,7 millones son de razas de leche.
 
Del rodeo de carne, se inseminan no más del 4% del total, unas 970.000 hembras. Las otras 23.300.000 son servidas por aproximadamente 1.165.000 toros. Los ganaderos argentinos reponen el 25% de esos machos cada año, o sea unos 291.250 toros, que, a un costo promedio de U$S 2.500 cada uno, suponen una inversión global anual de casi U$S 730 millones.
 
Del rodeo lechero argentino se insemina casi la mitad de las vacas, es decir 1.350.000 hembras. Las restantes son servidas por unos 68.000 toros. La reposición de 17.000 toros por año a U$S 2.000 cada uno, exige que el conjunto de tamberos invierta más de U$S/año 34 millones Además, se necesitan unas 3.000.000 de dosis de semen de leche y unas 1.650.000 pajuelas de semen de carne para dar servicio por IA a las hembras que usan esta técnica, lo que implica una inversión adicional de casi U$S 36.000.000.
 
Sumando todos los componentes masculinos que contribuyen todos los años a crear una nueva generación de terneras y terneros, se necesitan más de U$S 800.000.000 de inversión anual en material seminal.
 
Esa inversión (sumada, naturalmente a la que supone el rodeo de hembras, que está cerca de los U$S 38.000.000.000) debería permitirnos producir anualmente unos 23.000.000 de terneros, pero por distintas razones (desde reproductivas a nutricionales y desde sanitarias hasta de manejo, pasando por las climáticas) solo producimos alrededor de 12.500.000, o sea que quedan sin producir más de 10.000.000 de cabezas.
 
Cabe preguntarse qué progresos provoca esa inversión de una generación a la otra. Ello tiene que ver con la genética que los padres les transfieren a sus hijos. Por ejemplo: que los hijos de tal padre y tal madre nazcan con facilidad, o que los hijos de tal vaca con tal toro conviertan mejor la misma cantidad de pasto en más y mejor carne o leche tiene que ver con el uso que se haga de las herramientas que el conocimiento y manejo de las leyes de la genética y de la genómica permite, para predecir e ir mejorando sistemáticamente la productividad integral del rodeo.
 
El grueso de los ganaderos argentinos sigue eligiendo los padres de sus rodeos futuros por sus árboles genealógicos. Y a esos antepasados -cuando se los conoce- se los califica por las apariencias externas o fenotipo; digamos, en criollo, por “la pinta”. Por eso son tan importantes concursos como el de Palermo, o las Exposiciones Nacionales de cada una de las Razas. Pero el descubridor de las leyes de la genética, el monje austríaco Gregor Mendel ya en 1865 explicó que de una generación a otra se transfieren no más del 30% de los caracteres de los padres.
 
En la ganadería, el siguiente paso a aquella selección por los ascendentes fue la selección por los descendientes: es decir hacer el seguimiento de los hijos de tal padre, para, a partir de cómo se expresa en los hijos o hijas tal o cuál carácter, ir descartando o seleccionando los progenitores que mejor transmiten ese rasgo.
 
Como es obvio, la confiabilidad de esa información depende, por una parte, de la imparcialidad con que se recojan los datos, pues no da lo mismo que los datos los aporten los dueños de los animales a que sea un tercero independiente e imparcial quien los mida; y, por la otra, de la cantidad de descendientes que se evalúen y su dispersión territorial. Esa selección por descendencia, en las razas lecheras, elevó la confiabilidad de la información para algunos caracteres (los productivos, por ejemplo) a más del 75% con la primera generación de hijas y a más del 90% con la 2ª y 3ª camada.
 
Cada toro que se mide de esta manera cuesta U$S 50.000 de mantenimiento y al cabo de 5 años se sacrifica más del 90% y se descarta su semen. Pero, obviamente el 10% que sobrevive y cuyo semen es el que se comercializa, transmite los caracteres productivos, morfológicos y funcionales que hacen que la generación siguiente siempre supere a su antecesora.
 
Cruzar esa información sistematizada por décadas con los datos de las regiones cromosómicas del genoma de la raza permitió descubrir predictores que hoy, al nacimiento de un ternero posibilitan anticipar con más de un 70% de confiabilidad casi todos los caracteres de interés económico para el productor de un animal: hasta hace 3 años, era imprescindible esperar 5 años, ¡ahora al nacimiento! Así se eligen los padres en el Hemisferio Norte. En Argentina, en cambio, seguimos eligiendo por las fotos de los Catálogos o a partir de DEP’s (Diferencias Esperadas de la Progenie) cuyos datos, en general, y no obstante el ingente esfuerzo que hacen muchas asociaciones y excelentes genetistas que tenemos, son aportados voluntariamente por los dueños de las Cabañas productoras de los Toros.
 
Evidentemente aquélla inversión anual de más de U$S 800.000.000 no garantiza que de una generación a otra, nuestros rodeos progresen en los factores que son capaces de transformar en cada vez más eficiente y rentable a las explotaciones.
 
Éste dramático retraso en desarrollar Programas de Selección Genética, nos está condenando. Hoy tenemos una oportunidad y si fuéramos capaces de conjugar esfuerzos los actores del negocio ganadero de cría y reproducción y el Estado, podríamos desarrollar una Plataforma Nacional de Selección Genómica que permita a todos los ganaderos decidir cuál es el material genético que está incorporando a su rodeo, a partir de un diagnóstico científico de sus necesidades.
 
No soy ingenuo. Sé que una Plataforma como esa toca intereses. Obviamente que no le caerá muy simpático al sistema que hoy vende novillos con testículos como si fueran Toros, tener que destinar esos animales al mercado de la carne y no al de la reproducción. Reaccionemos rápido, antes que sea demasiado tarde.

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