PLASTICO Y NEGOCIO: ATOMPLAST UNA HISTORIA QUE SE AMOLDÓ A LOS TIEMPOS

PLASTICO Y NEGOCIO: ATOMPLAST UNA HISTORIA QUE SE AMOLDÓ A LOS TIEMPOS

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                                 Julio y Ernesto Ponieman, vicepresidente y titular de Atomplast.
La historia de Atomplast se remonta a 1955, cuando Ernesto Ponieman (EP), por entonces un joven de 20 años, estudiante de ciencias económicas, comienza a interesarse en la industria plástica. Era un rubro por entonces incipiente en la industria argentina, en el que su padre, Zoras, un inmigrante polaco judío dedicado a la industria textil, había incursionado pocos años antes, asociado a un empresario español, Francisco Masjuán.
Cuando Zoras Ponieman, salió de la sociedad con Masjuán, se quedó con un par de máquinas inyectoras de plástico, que llevó a la planta industrial de 5.000 m2 y con 1.200 operarios en actividad que su empresa textil tenía en el barrio porteño de Devoto.
En esa época, Ernesto alternaba la cursada en Económicas con su trabajo en el local comercial que la empresa de su padre tenía en la zona de Once. Luego de 2 años allí, le pidió a Zoras ocuparse de la nueva empresa que comenzaba a dar sus primeros pasos. “Aceptó mi idea, y sin saber nada comencé a trabajar y aprender en el rubro plástico. Luego comenzamos a buscar clientes, matricerías, entender de materia prima y así se fue armando la empresa”, recuerda Ernesto.
En esos años Atomplast, fabricaba artículos muy sencillos: algunos juguetes, paneras y jaboneras, entre otros, con moldes que le había facilitado Masjuán junto con aquellas máquinas.
En realidad, los conocimientos técnicos plásticos que a Ernesto le faltaban los compensaba con la impronta empresaria que su familia le había transmitido desde chico. “Teníamos experiencia porque mi padre me mandaba en vacaciones a sus empresas. Allí aprendí a manejar personal, a hacer un cheque y a escribir libros contables. Entraba la lana y tenía que salir por otro lado el tejido. Aprendimos a conocer el proceso”, contó.
Ya entrados los años ’60 comenzó la expansión de Atomplast. Fue a través de la búsqueda de clientes y de oportunidades de negocio, y también del contacto con los últimos avances tecnológicos, viajando a las exposiciones del rubro más importantes de Europa y Estados Unidos, a donde Ernesto, iba alternativamente con alguno de sus hijos, quienes actualmente lo acompañan en su gestión como presidente de la compañía.
“Comenzamos a contactarnos con empresas europeas y estadounidenses para saber qué máquinas debíamos com- prar y qué líneas de productos teníamos que buscar. Nos contactamos con la industria de la televisión, la automotriz y compañías aéreas”.
Así, en los ‘70 tras contactarse con Fiat y obtener con un crédito del entonces Banco de Italia, con el compromiso de la automotriz de comprarles la producción, logran traer una máquina de 60 toneladas de peso y 800.000 dólares de valor para producir autopartes. Para instalarla, debieron comprar el local contiguo a la planta de plásticos que ya operaba en el barrio porteño de Villa Pueyrredón, y construir unas bases especiales de cemento de 2 m de profundidad.
“Llegaron la máquina y los moldes, y desde allí pasamos a ser una empresa grande, por ser proveedor de Fiat. Dos años más tarde compramos en Alemania otra máquina igual y nos encargó la fabricación de 40 autopartes distintas. Éramos el tercer proveedor de plásticos de Fiat”, recuerda Ernesto.
Con ese espaldarazo, Atomplast llegó luego a fabricar gabinetes completos para televisores con técnicas y maquinaria estadounidenses desconocidas en el país en aquel tiempo, logrando productos plásticos con apariencia simil madera, para las principales marcas de la época.
A ellos, se agregaron autopartes para otras automotrices, teclados de computación e impresoras, teléfonos, vajilla plástica descartable de a bordo, envases pre impresos para helados, partes internas de las heladeras, sillas, asientos para estadios y pisos deportivos.
CAMBIA TODO CAMBIA
Los tiempos y las condiciones económicas de la Argentina cambiaron y con ellos algunos de aquellos exitosos productos dieron paso a otros. “En los ‘80 empezamos con los cajones. Fue un gran acierto y desde hace 30 años somos uno de los principales fabricantes nacionales, con 25 a 30 modelos”, explica Ernesto.
Los usos de estos productos Atomplast son muy variados: avicultura, horticultura, fruticultura, vitivinicultura, industria cárnica y droguerías -para la distribución de medicamentos a las farmacias- integran la lista de rubros clientes de la marca.

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captura-de-pantalla-2016-12-02-a-las-23-58-30

captura-de-pantalla-2016-12-02-a-las-23-58-42Variadas como los productos son las historias y anécdotas sobre cómo Atomplast llegó a conquistar mercados tan disímiles, en épocas no exentas de vicisitudes y turbulencias. Para Ernesto uno de los secretos de lo logrado es que “no escatimamos la permanente posibilidad de aprender” pese a que “en la Argentina nunca se vivió tranquilo en materia económica”.
A propósito de esto, Julio Ponieman (JP), hijo mayor de Ernesto y vicepresidente de Atomplast, explica que “hace 30 años fabricábamos el 90% de nuestros productos para la industria y un 10% de productos propios. Actualmente es al revés”, en un cambio que se dio luego de la década del ’90.
-¿Cuál es la situación del sector plástico en la Argentina? EP: – El 2015 lo bancamos. En 2016 teníamos la esperanza que hubiera un cambio. Pero este gobierno se encontró con muchas más cosas de las que creía. Para nosotros, todo este año fue muy duro. Por el 500% de aumento que tuvimos en la energía eléctrica, su incidencia en los costos de fabricación pasó del 1 al 4%. Los jornales subieron mucho, no solo por convenio sino por pedidos particulares que nos hace el sindicato, porque la gente está mal, cosa que hay que reconocer.
– Esto nos obligó a no aplicar el aumento que se justificaba para nuestros precios, porque a muchos de nuestros grandes clientes como las droguerías, las granjas avícolas y las panificadoras no les podemos aumentar de un mes a
otro 10 o 20%. Hemos adoptado una política de aumento del 2% mensual aproximado, de manera tal que a fin de año tenemos alrededor de un 30%, con lo cual tratamos de estar al día. Pero igualmente tenemos un desfase. Este año sobrevivimos por tener los precios bajos. Hicimos el esfuerzo de no ganar plata para que no nos baje la facturación. Posiblemente con inflación más baja, podríamos recuperar algo. La ventaja es que la materia prima no aumentó demasiado durante el año, porque el dólar se mantuvo estable, aunque aumentó un 40% en diciembre de 2015.
– ¿Y las ventas a la avicultura, cómo terminaron 2016, respecto del año pasado?
JP: – Mejoraron en monto, pero en unidades es similar. La avicultura anda mal en precios y venta de sus productos. Pero es una actividad que siempre sube y baja. El año que viene no puede ser tan malo como este.
– ¿Eso quiere decir que ven un 2017 mejor?
JP: – Creemos que la perspectiva es favorable y que el año próximo será mejor. En los últimos meses empezó a percibirse cierto movimiento en el mercado. Ya no cuesta tanto mantener la facturación y creemos que la situación puede llegar a mejorar.
Más información: www.atomplast.com.ar
Fuente:
Revista Solo Aves & Porcinos Nº 63
Diciembre

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