Pensamiento cooperativo, ¿una nueva forma de implementar Normas de Calidad?
El aprendizaje colaborativo, el compartir experiencias entre pares con un objetivo común de implementar la mejora continua en el proceso, nos lleva a un nuevo modelo de ganar-ganar que, además, resulta en un factor de ayuda a la reducción de costos y tiempos.
Por: Ing. Mariano Pérez, Asesor y Auditor Interno de LSQA Argentina
Fotos: pxhere / Fauxels en Pexels
La Real Academia Española define al término asociativo como al adjetivo que “asocia o que resulta de una asociación o tiende a ella”, no obstante lo cual, en mayor o menor medida hemos oído ese término vinculando su significado a una facultad social de los individuos como un medio de sumar esfuerzos y compartir ideales a través de la asociación de personas para dar respuestas colectivas a determinadas necesidades o problemas. Asimismo, los individuos humanos son seres sociales y a la vez selectivos, lo que hace que por un lado se encuentran en la necesidad de asociarse y por otro están en capacidad de elegir con quiénes, por qué y de qué manera, por lo que se puede hablar de una necesidad social de afinidad selectiva. Como instrumento de participación, se caracteriza por surgir del común acuerdo en que un grupo humano, en concordancia con las voluntades que lo componen, considera tener intereses similares y un mismo objetivo a realizar, formando así una asociación en particular.
Por otra parte, para aquellos que dedicamos gran parte de nuestra profesión a la calidad en toda su dimensión, sabemos que la implementación eficaz de un Sistema de Calidad bajo cualquier Esquema Normativo (Inocuidad, GFSI o ISO, por nombrar a algunos) resulta una tarea encomiable de no contar con el compromiso de la Dirección y la participación de todos, trabajando en equipo.
Incorporamos una nueva dimensión del ganar para mí Organización, pasando del Yo gano cuando el otro pierde al Yo gano cuando el otro gana.
Todos aprendimos también (aún más en las últimas décadas) los grandes beneficios del pensamiento cooperativo y desarrollo de la cadena, inclusive ya no solo en términos de nuestros proveedores o clientes sino mucho más aún del crecimiento de nuestro propio sector (eslabón de la cadena), generando de esta forma una sinergia que empuja con viento a favor a todos y no a unos pocos.
Me ha tocado participar en distintas experiencias con PyMES en las que abordando problemas comunes a todas, resultaban más fáciles y rápidos de resolver. He visto que cuando el objetivo común se prioriza por sobre el beneficio propio, se convierte en un ejercicio de ganar ganar, sin importar cuánto más puede ganar mi organización. De esta manera incorporamos una nueva dimensión del ganar para mí Organización, pasando del Yo gano cuando el otro pierde al Yo gano cuando el otro gana.
El colaboracionismo empresarial entre pares llegó para quedarse y convertirse en una herramienta más para maximizar beneficios y minimizar las pérdidas.
En ese orden de cosas, y trayendo nuevamente a la Real Academia Española con nosotros, la misma define al silogismo como al razonamiento que está formado por dos premisas y una conclusión que es el resultado lógico que se deduce de las mismas. Así, y sin ánimo de caer en la tentación de convertir este razonamiento en justamente un silogismo, comencé a preguntarme por qué si muchas de las grandes empresas coadyuvaban a sus proveedores en la implementación y posterior certificación de normas (esquemas de Inocuidad, GFSI o ISO, por ejemplo) el mismo modus no podía ser utilizado en actores del mismo eslabón, cuya situación frente al contexto que las rodea social, productivo y económico es similar. Como respuesta obtuve no solo la inmensa satisfacción de verificar en la práctica que esto era posible, sino que a su vez redundaba en múltiples beneficios.
Una nueva experiencia
En este orden de cosas, obviamente dependiendo del rubro, tamaño, complejidad de sus procesos, cantidad de recursos humanos y otras tantas variables, cuando nos ponemos a planificar una implementación (o implantación) de una norma de calidad en una organización sabemos y conocemos de antemano que dos carriles nos acompañarán a lo largo del trayecto durante todo el camino: uno es la propia implementación desde el punto de vista práctico (el análisis de contexto, la identificación, análisis y tratamiento de riegos, la identificación de los procesos, documentación, análisis de datos, entre otros) pero, por otra parte y casi paralelamente a cada uno de los requerimientos de una norma, aparecerá la capacitación en un modelo de formación continua.
Si bien en la práctica esta formación (en muchas ocasiones) es cuasi concomitante con la implementación, esto conlleva al armado de talleres y/o capacitaciones ad hoc para esa organización (ya sea por lo particular de su sector o simplemente por una cuestión temporal) generándose de esta forma costos asociados a la implementación que en el caso de ser talleres y/o capacitaciones compartidas con otras organizaciones resultarían mucho menos onerosas. Así, un grupo de empresas del mismo sector (ya sean productos o servicios) que comparten afinidades en sus problemáticas, en su contexto y en sus objetivos pueden planificar en forma conjunta este “programa” de formación continua que será necesario a lo largo del proceso de implementación de una norma.
La participación de estos actores (¿competidores?) en un ámbito común, fortalece el afianzamiento del conocimiento a adquirirse, al tratarse de propósito y cuestiones afines. El aprendizaje se enriquece a partir de la experiencia del otro, lográndose un resultado superior al de acciones de formación tradicionales. Se construye así un ámbito de compartir las mismas inquietudes, los mismos temores, las mismas esperanzas y en muchos casos los mismos objetivos, algo que nos lleva al principio de esta nota: “el objetivo común” y la “capacidad selectiva de asociarse” en los seres humanos.
Por otra parte, el compartir conocimiento (confidencial) con pares de la cadena, con otros actores del sector que están en el mismo lugar y el mismo momento, también resulta en un factor de ayuda a la reducción de costos y tiempos.
Conclusión
Ahora bien, ya sabemos o al menos intuimos el final feliz de este modelo, el éxito al cual estará condenado, pero ¿con esto solo alcanza? No es el ánimo de esta nota sembrar dudas al respecto, pero las empresas y organizaciones en general no andan por ahí buscando socios estratégicos para implementación de normas asociativas, es más, en muchos casos desconocen sus ventajas. Es ahí justamente donde aparecen otros actores necesarios para no solo la implantación de este modelo sino para su éxito, y son las Cámaras Sectoriales, las Cámaras Afines, las Sociedades Empresariales sin fines de Lucro, Asociaciones para el Desarrollo Social, Organismos del Estado (Nacional, Provincial y Municipal) que deberán amalgamar necesidades y encontrar el “matcheo” de una efectiva articulación empresarial.
En síntesis, este modelo de implementación asociativa ya no es una utopía, el colaboracionismo empresarial entre pares llegó para quedarse y convertirse en una herramienta más para maximizar beneficios y minimizar las pérdidas, a partir (en este y entre otros casos) de los siguientes beneficios:
- Experiencia Común (Compartir Casos de éxito)
- Estrategias probadas
- Minimización de Costos de Capacitación
- Menores honorarios profesionales
- Reducción de tiempos de implementación
- Mejor conocimiento del sector y su contexto
- Acceso a financiación específica a tasas regulas
- Participación en Programas (públicos y/o privados) para subsidios específicos
Me animo a decir que no estamos solo ante un nuevo modelo de implementación de normas de calidad, sino que estamos ante una gran oportunidad de crecer juntos.
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