LAS AGROINDUSTRIAS AVÍCOLA Y PORCINA SIGUEN AFRONTANDO LA CRISIS, MIENTRAS BUSCAN LAS OPORTUNIDADE

  LAS AGROINDUSTRIAS AVÍCOLA Y PORCINA SIGUEN AFRONTANDO LA CRISIS, MIENTRAS BUSCAN LAS OPORTUNIDADE

                     
             La caída de la rentabilidad por la suba de costos afectó de manera significativa la eficiencia de producción.

                    
A pesar de las inversiones hechas en tecnología, hay en la Argentina un alto porcentaje de granjas con más de 30 años de antigüedad, que no brindan las condiciones óptimas ambientales, estando sujetas al clima externo.

La producción de pollos, huevos y cerdos, terminan un 2018 duro, donde el aumento de todos los costos de producción, devaluación mediante, y la caída del poder adquisitivo del mercado interno han sido los factores que no solo limitaron las inversiones y el crecimiento, sino que también dejaron empresas en el camino.
Aún está por verse si en el mediano plazo el mejoramiento del tipo de cambio para exportar favorecerá en forma consistente las ventas externas, en la medida que los mayores costos de insumos, que en su mayoría son dolarizados, licúen esa ventaja, cuya duración en el tiempo nadie se atreve a predecir.
A modo de balance del año, SAP consultó a representantes de los sectores productivos, académicos y de investigación para conocer sus análisis sobre el año que termina y sus percepciones sobre cómo evolucionará la situación, al iniciarse 2019.
Menor productividad

Para el Ing. Agr. Mariano Batallé, Presidente del Grupo de Trabajo Avícola (GTA) Bobby Visser, docente e investigador de la Universidad Nacional de Lujan (UNLu), y Gerente del Área Avícola de la empresa Brascorp, “los últimos años de la avicultura fueron muy difíciles al igual que 2018. Tanto la  producción de huevos, como la de pollos enfrentan múltiples dificultades y desafíos, que imposibilitan mantener el crecimiento sostenido que tuvo en los últimos 10 años”. Además de la igualdad entre los costos de producción y el precio de venta (de pollos y huevos, que no se ha movido o incluso, ha bajado), las materias primas (granos) para fabricar alimento balanceado, que impacta en más del 60% de los costos de producción, este año sufrieron fuertes sequías, en los periodos de mayor demanda de agua de los cultivos, e inundaciones en la época de cosecha, lo que impactó fuertemente en el sector, debido no solo a la falta de materia prima, sino también a su calidad, sobre todo en soja, fuente principal de proteína de las dietas.

                                                    
             Mariano Batallé: “En la industria avícola debemos salir de esta situación de actuar sobre la base de ‘ver qué pasa’”.

“A esto se suma que los costos de producción de pollo y huevos se rigen por la cotización del dólar,porque los precios del maíz y la soja, de las vitaminas y de otros insumos, varían con las oscilaciones de la divisa estadounidense y que la suba de las tarifas de servicios públicos también impactó en esos costos. Todo este combo afectó de manera significativa la eficiencia de producción, que en el escenario económico argentino es fundamental para seguir adelante”, dijo Batallé.
El contexto económico inflacionario tuvo también un impacto devastador en el sector, llevándose puesto varias empresas avícolas. Añadido a todo esto, la falta de inversión y renovación en las instalaciones avícolas, creciente en los últimos años, sobre todo en ponedoras, afectó fuertemente a la producción, evidenciándose una desaceleración en el crecimiento y una depreciación de los índices productivos, al tiempo que las perspectivas no conducen a nuevas inversiones”.
Con Batallé coincide el Dr. Mauricio De Franceschi, Profesor Emérito y Director de la Especialización en Producción Avícola de la UNLu quien agrega que “esta coyuntura afectó también al mundo académico y científico, al recortarse los presupuestos para la investigación básica y aplicada que hacen las universidades y el INTA. Ha sido un golpe bastante duro al que habrá que ir adaptándose, esperando que la situación mejore con el paso del tiempo”, señala.
-¿Qué tipo de investigación requiere la industria avícola y que respuesta tiene del  complejo académico-científico?
– La industria avícola requiere investigaciones vinculadas con sus necesidades. Las empresas buscan la mayor productividad. Y muchas veces algunos problemas sanitarios influyen muy negativamente en la producción. Últimamente, requiere que se encuentren sustitutos a los antibióticos, que están siendo prohibidos prácticamente en todo el mundo, desde que comenzó a hacerlo la UE. Es el principal objetivo de las grandes granjas avícolas y de los laboratorios farmacéuticos veterinarios, que buscan reemplazarlos, de manera que la investigación está orientada, en gran medida, hacia ese tipo de acciones.
– Los centros de investigación, si quieren que las empresas apoyen sus investigaciones, tienen que dirigirlas a encontrar las soluciones que ellas buscan. En la UNLu, muchas empresas aportan los insumos o pagan un arancel por hacer pruebas, tanto en el laboratorio, en el bioterio, y también a través de un galpón que estamos poniendo en marcha, donde hacemos pruebas de piso (“floor pen”), de vacunas, promotores de crecimiento o anticoccidiales en parrilleros.
Dejar de “ver qué pasa”
Pero más allá de la dureza del año que se va, siempre hay aspectos positivos que llenan el medio vaso de la metáfora. Para Batallé hay que destacar que: “en 2018 no hubo grandes sucesos de enfermedades avícolas y Argentina mantuvo su estatus sanitario; que la baja de IVA a una alícuota del 10,5%, equiparó la del pollo con otras proteínas animales, aunque aún no fue aplicada al huevo; que el tipo de cambio actual mejoró el escenario exportador, para un sector que hace mucho tiempo tiene su capacidad productiva para hacerlo, pero no contaba las condiciones por el retraso cambiario, situación que ahora se estaría empezando a acomodar; y que se abrieron nuevos mercados de exportación: de pollos a Canadá y de huevos frescos a Sudáfrica, entre otros”.
Sobre las perspectivas para 2019, Batallé sostiene que “es difícil aventurar que sucederá. Se mantendrá la suba de los precios de las principales materias primas como maíz y soja, situación que podría darnos una ventaja frente a otras producciones de carne, por ser la avicultura más eficiente en la transformación de proteína vegetal en proteína animal, pero esto es solo una mirada positivista de la situación”.
En tanto, De Franceschi señaló que “no va a cambiar mucho la situación. La producción va a seguir igual. Las grandes empresas no importarán pollitos bebés de reproductores abuelos. Será bastante duro y también dependerá de los costos. Puede ser que haya algo más de exportaciones respecto de 2018, por la mejora del tipo de cambio, y que el consumo interno llegue a crecer algo, aunque no mucho, ya que el pollo es un alimento relativamente barato, al igual que el huevo”.

                                                  
Mauricio De Franceschi: “Esta coyuntura afectó también al mundo académico y científico, al recortarse los presupuestos para la investigación”.

Pero más allá de estas variables, de la incertidumbre económica y de la intervención activa o no del Estado, de la que poco puede esperarse para el próximo año, Batallé opina que “todos quienes estamos involucrados en la industria avícola debemos salir de esta situación de actuar sobre la base de ‘ver qué pasa’, si sube o no el dólar, si aumenta el precio de venta del pollo, para ver si invierto o produzco, rogar que no se enfermen los pollos, o que no ingrese alguna enfermedad exótica. Debemos tomar manos en el asunto y ser dueños de los sucesos”, enfatiza.
Para Batallé, los grandes desafíos que enfrentará la industria son la obtención de resultados homogéneos. Actualmente, existe gran variabilidad de los procesos de la industria y alta variabilidad de resultadosen granjas tercerizadas. Para eso es necesaria la profesionalización. Contamos con granjas con alta tecnificación a cargo de operarios sin conocimiento de la tecnología que manejan. También está pendiente la modernización de la industria. A pesar de las inversiones hechas en tecnología, seguimos teniendo en la Argentina un alto porcentaje de granjas con más de 30 años de antigüedad que no brindan las condiciones óptimas ambientales, estando sujetas al clima externo. Otro reto será la producción libre de antibióticos y como último desafío, la obtención de mayores márgenes de ganancia.
“Para lograr estos objetivos y dejar de ‘ver qué pasa’ según Batallé, es necesario, entender los procesos, la variabilidad de los resultados y el impacto de las decisiones que pueden tomarse. Esto es posible a través de sistemas informáticos cognitivos, área en la cual trabajo en los últimos años, que nos ayudarán a focalizar las inversiones y ser más eficientes en los procesos”
Sucede que la avicultura argentina genera infinidad de datos, que sin un sistema informático adecuado, requieren mucho tiempo para ser analizados y actualmente hay una  necesidad imperiosa de transformar todos esos datos en información y luego en conocimiento.
“Hay que evitar el sesgo humano en los resultados productivos, dejar de depender de que un resultado se dé o no si el granjero es bueno o malo. Se deben protocolizar los procesos y capacitar constantemente a los granjeros. La modernización de la avicultura requerirá personas capacitadas para manejar estas nuevas tecnologías”.
Y señaló que habrá que “agregar valor a nuestros productos: tenemos que salir del pollo entero y pensar en productos diferenciados, como procesados, pre cocidos, platos preparados, pollo en conserva y, en algún momento -por qué no-, ser los pioneros en producir pollos libres de organismos genéticamente modificados, generando demanda en aquellos países que prefieren estas condiciones”.
Igualmente duro
Para los cerdos, este año fue tan duro como para los productores avícolas. Ian O’Dwyer, empresario y productor porcino en Arroyo Barú, Colón, Entre Ríos, y Presidente del Grupo de Intercambio Tecnológico de Explotaciones Porcinas (GITEP), sostuvo que “2018 ha sido un año muy complicado para la producción porcina nacional y muchos productores han dejado la actividad a raíz de la inestabilidad e incertidumbre económica”, que marcó como la principal limitante.
En este sentido, el MV Mg. Jorge Brunori, Coordinador del Grupo Porcino INTA, de Marcos Juárez, Córdoba, coincidió en que “2018 será recordado por los productores de cerdos de Argentina como un año duro. Varios factores interactuaron para generar este escenario crítico”, dijo.

                                        
Para Jorge Brunori el aumento de las exportaciones marcan un punto de inflexión que “indica que el sector ha comenzado un camino que llevará a posicionar al país como uno de los principales proveedores de carne de cerdo del mundo”.

El factor principal de este difícil momento es el aumento de los costos de producción, por la suba de las materias primas (maíz y soja) producto de la quita de retenciones a las exportaciones de granos (en 2015), sequías que redujeron en más de 20% el volumen de la cosecha nacional de maíz y soja de la campaña 2017-2018,  y la fuerte devaluación del peso respecto del dólar, que desde diciembre de 2015 a agosto de 2018  superó 300%.
“Esto llevó a un aumento interanual en el precio local del maíz y la soja a octubre del 2018, respecto de igual mes de 2017, de más del 120%, según la Bolsa de Comercio de Rosario. Esto impactó muy fuerte en los costos de producción porcina, que en el mismo lapso, subieron 77%, también según la AAPP, poniendo en jaque la rentabilidad del negocio. Mientras que el precio del capón, en igual período, solo aumentó 65%,según datos de la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP)”, explicó Brunori.

                          
La producción porcina presenta aspectos alentadores como el creciente consumo de carne de cerdo, que según los datos de la AAPP, superaría los 17 kg/hab/año. Las estimaciones indican que no se detendrá en los próximos años. A esto se suman las mayores exportaciones y su exponencial crecimiento. Los datos de faena y producción marcan que el sector productivo nacional, pese a sus dificultades, sigue apostando y esto se traduce en un crecimiento de 10% en ambos indicadores.

En tanto, para O’Dwyer, la inestabilidad económica hizo que los costos suban entre 60 y 90%, mientras que el precio del capón se mantuvo estable hasta hace 2 meses (septiembre), en que empezó a subir, pero sin alcanzar los niveles relativos anteriores a la devaluación, en el mercado interno.

                                       
Ian O’Dwyer: “La producción porcina refleja varias cuestiones que necesita resolver el país: inversión, trabajo genuino y constante en el interior, y agregado de valor”.

– ¿Cómo ha influido la gran devaluación, tanto en el mercado interno como en las exportaciones?
– La devaluación parece no haber sido un factor de disminución de las importaciones de carne porcina, otro aspecto que preocupa al sector -dice Brunori-. Según datos del Ministerio de Agroindustria, en su Anuario 2017, ese año se importaron más de 28.000 t (peso producto), representando un crecimiento de casi un 30%, respecto de 2016. El principal rubro de importación fue la carne congelada, con 87% del total y el principal país que le vende a Argentina es Brasil, con 85% de esas operaciones.
– El crecimiento de las importaciones no disminuyó durante 2018. Los números anunciados por la Secretaría de Gobierno de Agroindustria marcan que, hasta septiembre, se importaron 30.280 t, representando un crecimiento de 9% respecto de igual periodo de 2017.
– A este preocupante aumento de los valores importados se le suma un fuerte reclamo de la Mesa Nacional de Producción Porcina, respecto del destino de la carne congelada importada. Se ha detectado y denunciado que varias cadenas de supermercados descongelan esos cortes y los ofrecen al consumo fresco. También se ha observado, en numerosas oportunidades, alteraciones en el etiquetado de esta carne. El reclamo del sector se fundamenta en que esta situación configura una competencia desleal, con el consiguiente riesgo para la salud pública.
Pero para Brunori, “donde sí la devaluación parece tener un impacto positivo, sumado a un excelente trabajo del sector privado a través del Consorcio Exportador Argenpork, la AAPP y la Secretaría de Gobierno de Agroindustria, es en el incremento de las exportaciones, que durante 2017 registraron un volumen de 15.780 t, representando un aumento de 32% respecto de 2016”.
Este crecimiento parece no detenerse, dado que hasta septiembre de 2018 se exportaron, según datos de Agroindustria, 13.360 t de peso producto, con un crecimiento de 33%, respecto de igual periodo de 2017.Es de destacar el marcado crecimiento de la participación de la carne fresca en los rubros exportados, que supera las 4.000 t, con un incremento, respecto de 2017, de 330%.
“Estos datos son muy positivos y alentadores para el sector, dado que marcan el punto de inflexión que el sector ha dado y el comienzo de un camino que llevará a posicionar al país como uno de los principales proveedores de carne de cerdo del mundo”, señaló Brunori.
No obstante, O’Dwyer fue menos entusiasta y sostuvo que “para lo que se exporta el dólar alto es favorable, pero los costos en su mayoría suben junto con el dólar y la rentabilidad de lo que se exporta también ha tenido sus vaivenes”.
Desafíos Porcinos
En cuanto a los desafíos y limitantes que enfrenta la actividad para 2019, tanto desde lo económico, como desde lo productivo y sanitario, O’Dwyer mencionó la estabilidad económica, la financiación y poder proyectar a largo plazo. En lo productivo, seguir mejorando en tecnología, la capacitación y la inversión, y en lo sanitario lograr, junto con Senasa todas las herramientas y controles que permitan mantener el excelente estatus sanitario que tenemos comparado con el resto del mundo.
En tanto, Brunori opinó que “el sector porcino nacional atraviesa una crisis y tiene un futuro con aspectos preocupantes y alentadores a la vez”. Entre los primeros, citó el valor de estabilización del precio del dólar, la evolución de la situación económica del país, y la de la futura cosecha mundial. “Entre otros, estos serán los aspectos que definirán la duración y el impacto futuro que tenga esta crisis para la actividad”.
Entre los alentadores que se proyectan para 2019, mencionó el creciente consumo de carne de cerdo,que hasta septiembre de 2018, según datos de Agroindustria, creció 9%, superando los 15 kg/hab/año,mientras que según los datos de la AAPP, se superarían los 17 kg/hab/año. “El consumo se aísla de la crisis y sigue creciendo y las estimaciones indican que no se detendrá en los próximos años, permitiendo una expansión del mercado porcino. A esto se le suman las mayores exportaciones y su exponencial crecimiento, otro factor alentador. Los datos de faena y producción marcan que el sector productivo nacional, a pesar del momento crítico, sigue apostando y esto se traduce en un crecimiento de 10% en ambos indicadores”.
Para Brunori, los productores porcinos saben de crisis y de vaivenes económicos, como todos los argentinos. “Por eso estoy convencido que continuaremos en el camino de crecimiento. Será exigente, de rentabilidades ajustadas, basado en eficiencia y escalas, pero nos llevará a conformar un sector consolidado, eficiente, que seguirá abasteciendo el mercado interno, con presencia en el mercado exportador y -fundamentalmente- con equidad socio productiva, en donde convivan grandes empresas, y pequeños y medianos productores, generando valor agregado en origen, arraigo rural y generación de puestos de trabajo.
En tanto, O’Dwyer, fue algo más prudente aunque no menos optimista en cuanto al futuro del cerdo argentino: “La producción porcina refleja varias cuestiones que necesita resolver el país: inversión, trabajo genuino y constante en el interior, y agregado de valor. Cuando la actividad pase a estar en la agenda del Estado y se den las condiciones para que el privado invierta, la producción porcina argentina pasará a ser una de las potencias a nivel mundial”, concluyó.
Más información:
www.gtavicola.com.ar
www.unlu.edu.ar
www.inta.gob.ar
www.porcinosinta.com.ar
www.gitep.com.ar
Fuente
Solo Aves & Porcinos 75
 

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