AMERICARNE 76: CENTRO DE CONSIGNATARIOS DE PRODUCTOS DEL PAIS
Por Adalberto Monasterio*
El origen más remoto de la consignación se encuentra en el inicio del comercio, pues en el momento mismo que el productor de un bien deseó hacer llegar el fruto de su trabajo al mercado, la figura del consignatario se presentó como la de quien conoce ambas orillas y defiende los intereses de quien produce como propios.
Será en la Edad Media europea, junto con el desarrollo del comercio moderno, cuando los consignatarios se asienten definitivamente en la cadena comercial. Era necesario contar con personas que dieran seguridad, seriedad y eficacia a las transacciones a distancia, en una época en que las noticias demoraban demasiado en expandirse.
En nuestro país, la consignación puede encontrarse desde los lejanos tiempos de la colonia, impuesta su actuación por la vastedad de nuestro territorio y sus precarios medios de comunicación.
En el siglo XIX, bajo el nombre genérico de “frutos del país” se comercializaban: lanas, cueros – desde vacunos hasta de nutria -, pluma de avestruz, cerda, sebo, huesos, astas y garras, cereales, alpiste, semillas de alfalfa, afrecho y afrechillo, vino en cascos, tabaco en fardos, postes, varillas en atados, durmientes, vigas de madera y tablones.
Dalmacio Velez Sarsfielfd, a quien el gobierno encargó la redacción del Código de Comercio en 1862, la incluyó como figura comercial en sendos artículos. En la primera parte del artículo 233 señala claramente el alcance del consignatario: “El consignatario queda directamente obligado hacia las personas con quienes contratare, sin que estas tengan acción contra el consignante, ni este contra aquella”.
El gremio vio la necesidad de agruparse a principios del siglo XX, concretamente en 1912, fundando el Centro de Consignatarios de Productos del País. Al decir de sus principales propulsores, se hacía necesaria una unión “espiritual, práctica y activa, que nos presente como una fuerza armónica, fuerte y sobre todo disciplinada en la acción”.
Había por entonces varios mercados donde se comercializaban los productos, y era necesario uniformar los criterios en todos ellos y contar con personal especializado para evitar diferencias en distintos aspectos del proceso productivo, que aun hoy, con todos los avances de la tecnología a nuestro favor, suelen afectarlo.
En la historia del último siglo estuvo presente en todos los hechos que marcaron la comercialización de hacienda. Hizo serios informes que fueron tomados en cuenta por las autoridades al fundarse la Junta Nacional de carnes y la CAP, como instrumentos necesarios para salir de la famosa crisis del treinta.
Asimismo, el informe presentado a través de su presidente Eustaquio Méndez Delfino, con ocasión del histórico debate de las carnes en el Senado de la Nación que concluyó con el asesinato del senador Bordabehere, fue incluido en el Diario de Sesiones por expreso pedido de Lisandro de la Torre. Su título era “El Mercado de Liniers y su influencia en la cotización del novillo de exportación”.
En la segunda mitad del siglo XX, el Centro se pronunció permanentemente ante las medidas intervencionistas que cíclicamente pusieron los gobiernos para intentar sin éxito desvirtuar las leyes de la oferta y la demanda; y en la década del noventa peleó fuerte contra la evasión.
Los graves conflictos en el comercio de las carnes instaurados por las políticas públicas sectoriales aplicadas desde el año 2003, obligaron al Centro a hacer valer su tradición y conocimiento para esclarecer a otros grupos sociales respecto a las inequidades observadas en la historia reciente respecto al sector consignatario.
*Presidente del CCPP