AMERICARNE 75: MERCADOS AGENTINA Y CHINA: DOS OPUESTOS QUE SE ATRAEN

AMERICARNE 75: MERCADOS AGENTINA Y CHINA: DOS OPUESTOS QUE SE ATRAEN
Por Roberto Díaz*
 
 
 
Ante la pregunta ¿cómo es el mercado de carnes argentino a diferencia de otros mercados? Es muy raro que surjan comparaciones con otros países, sobre todo desde el punto de vista del consumo (¿por qué consumimos lo que consumimos?). No siempre las comparaciones deben ser odiosas; a veces, sirven para mirar con extrañamiento antropológico las conductas y costumbres que hacen que un pueblo se alimente de una manera y no de otra.
Por eso, no es casual la comparación con China, un país –por donde se lo mire –absolutamente diferente, incluso con lógicas culturales opuestas.
Las diferencias saltan a la vista. Primero y principal, hay que señalar que las dos corrientes filosóficas –el taoísmo y confucionismo –que sostienen la cultura china, plantean una relación mancomunada entre los hombres y la naturaleza; algo bastante distinto a la idiosincrasia occidental, en donde la relación hacia la naturaleza y el hombre ha sido la de dominio (“conocer y medir la naturaleza para dominarla”). Por supuesto, esto no es así de tajante en la práctica en ninguno de los dos casos, pero sugiere un marco conceptual con el que cada sociedad se orienta[1].


Es interesante lo que ocurre en China, a diferencia de Argentina, con las características de la población y cómo eso influye en el consumo: el 63% de los chinos son campesinos, muchos de los cuales se encuentran fuera del mercado de consumo. Sólo el 37% de sus habitantes viven en zonas urbanas, entre los que el concepto de la palabra “consumo” como medio de vida es relativamente nuevo, sobre todo luego de la muerte de Mao Tse Tung, en donde China comenzó un lento proceso de apertura hacia una economía de mercado.
En Argentina, por su parte, la urbanización llega a ser de un 89%, y prácticamente no hay sectores fuera del mercado de consumo (y mucho menos de la carne), excepto aquellos que fueron expulsados por razones socio-económicas.
A grandes rasgos, en China existen tres grupos generacionales que conviven actualmente y que poseen posturas distintas acerca del consumo: por un lado, aquellos que nacieron entre 1946 y 1964, que están muy marcados por el período comunista. Por lo tanto, son muy conservadores y tratan de no ser consumistas, fijándose detalladamente en los precios.
Las personas nacidas entre 1965 y 1976, en periodo de transición económica, aprecian las ventajas financieras del sistema actual de mercado. También prestan mucha atención al precio de los productos y suelen ser conservadores en sus elecciones de productos a adquirir.
En último lugar, están aquellas personas nacidas después de 1976, que han adoptado un estilo de vida más consumista, y están abiertos a adquirir nuevos productos, lo que significa que –lejos de la influencia del viejo comunismo –han adoptado una aversión por el consumo intrínsicamente cotidiano.
Lo cierto es que es muy importante el factor poblacional en China, por ello determina qué se come y las posibilidades de incorporar otros alimentos, como por ejemplo carne bovina. Sin embargo, su cocina, altamente sofisticada y con una tradición varias veces milenaria, está fuertemente arraigada en su cultura, por lo que es muy improbable que existan modificaciones sustanciales, o que se “occidentalice”, como muchos afirman.
Lo que sí está ocurriendo, es el aumento del consumo de carne de cerdo, de pollo, y en tercer lugar y de modo muy moderado de bovino. Por eso, este país se ha convertido en uno de los principales importadores de carne del mundo (junto con Corea del Sur y Japón, representan el 20% de las importaciones totales del mundo).
Por el contrario, sería como pensar que Argentina, con un consumo de carne de 67 kilos anuales de carne bovina por habitante, fuera a cambiar sus hábitos por el pescado (consume apenas 10 kilos por habitante al año, mientras que China come 40).
En tal sentido, se podría afirmar que las características del mercado chino, en cuanto al consumo de carnes es claramente urbano, sin occidentalización de la dieta (que por cierto es muy variada y equilibrada). En donde las clases medias han adoptado cierto interés por mejorar su alimentación a causa del aumento de su ingreso, y que son parte de nuevas generaciones (menos ligadas a la vieja China Comunista).
Y si bien los chinos no son malos comedores de carne (comen, entre todas las carnes, unos 49 kg per cápita), muy lejos está la posibilidad de que la carne bovina alcance los registros que tiene la carne de cerdo y de pollo, por lejos muy preferidas. Eso sí: los cortes de todo tipo de carnes son de alta calidad y precio, y los sectores urbanos (y los que se van urbanizando), han alcanzado un ingreso anual que les permite pagarlo.
El caso Argentino es distinto: el consumo de carne es claramente popular, ya que comprende todas las clases sociales, según diferentes cortes y precios. De todos modos, el principal consumo no es de cortes caros como el lomo o el ojo de bife, sino más bien de cortes de buena calidad pero de precios módicos, sin que eso signifique que sean bajos.
A diferencia de los chinos, nuestra dieta es más reducida (menos variedad) y dependiente, sobre todo de las carnes y en especial de la bovina. De hecho, muy conocido es el dato de que es el país más comedor de carne bovina del mundo. Ocurre que es un alimento que está ligado a lo más profundo del ser nacional, y se ha construido como la base sobre la cual nos presentamos ante el mundo: las pampas llenas de vacas, la mejor carne del mundo, el granero...
Eso significa que quizás los índices per cápita puedan subir o bajar levemente, pero jamás desaparecer, porque es imposible cambiar “el sentir” de la población. Lo mismo ocurre con los chinos: entre todas las carnes, aman la del cerdo (y de hecho, la mitad de la producción está concentrada en este país), mientras que en el caso de Argentina, apenas si alcanzamos los 13 kilos.
La única pregunta que queda pendiente hacia el futuro es: ¿qué pasara con China si algún día su proceso de urbanización se detiene? Y si eso fuera así: ¿volcarían su producción de carnes hacia el mundo? ¿Alguien se imagina cómo se reconfiguraría el mapa del comercio de carnes si este “gigante” sale a vender carne?
 
 
 
 

[1] Un claro ejemplo, es que los chinos –descubridores de la pólvora –le daban un uso meramente festivo, para hacer fuegos artificiales. Cuando los europeos llevaron este elemento a sus naciones, usaron la pólvora para la fabricación de armas de fuego.

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