SOLO AVES & PORCINOS EDICION 22: ENTREVISTA A HECTOR MOTTA EL SEÑOR DE LOS POLLITOS
Por Roberto Díaz*
- ¿Cuáles han sido, para usted, los hitos más importantes de la avicultura argentina?
- Como entrerriano no puedo dejar de mencionar que la avicultura, como actividad familiar y como innovación, surgió allá por los años1856/57, gracias al General Urquiza que incentivó la actividad en la Colonia de San José, Entre Ríos, promoviendo el arribo de aves que servirían como doble propósito, ya que en ese momento se desconocía totalmente el método de sexado, y que fue una innovación muy posterior. Por ese entonces, de los pollitos que nacían de los reproductores, se separaba a la hembra para que produjeran huevos para consumo: primero para la familia, luego para los vecinos, y por último a niveles más amplios. Con los machos que quedaban, que eran animales muy magros, se los utilizaba para “la comida del domingo”.
Hasta ese tiempo era totalmente una avicultura doméstica. El salto cualitativo se da en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba. Un aporte importante lo hizo la familia de Luis Keller radicada en la ciudad de Crespo, Entre Ríos. Este hombre fue un visionario, un pionero. El se dio cuenta de que la provincia tenía los campos muy fraccionados –había muchos minifundios –y que las personas vivían principalmente de la agricultura y ganadería, y que esto no les alcanzaba para alcanzar un bienestar.
Así fue que trajo las primeras madres del interior, y puso la primera planta de incubación y empezó a fomentar la avicultura entre los granjeros. Entregaba entre 150 y 200 ponedoras a cada uno, y de lo producido, una parte era para el productor y la otra Keller la pasaba a buscar y la guardaba en un depósito para tener acopio. Luego, comenzó a realizar envíos a través del Ferrocarril Urquiza hacia los centros de distribución como Buenos Aires. Podemos decir que la actividad semi-intensiva del huevo comienza con Luis Keller, a partir de 1923.
También, comenzó la primera forma de hacer alimento balanceado para aves, que por entonces se mezclaba a pala. Recién en 1940 aparecen los primeros molinos, y en 1950 se van a radicar empresarios que hoy poseen las grandes fábricas.
-Había una impronta muy fuerte de las ideas desarrollistas de Frondizi…
- Exacto. Por eso, en su momento se dieron créditos a aquellos que conocían de la actividad avícola, así como a aquellos que se lanzaban como emprendedores.
En 1950 se marca un hito porque, aunque la actividad avícola ya existía desde 1857, es ahí cuando arriban de Estados Unidos las primeras razas híbridas de la mano de dos empresas que se radican acá y que traen las madres y comienzan la multiplicación de los pollos híbridos y que nosotros conocemos hasta hoy como “parrillero”. Aquí se pasó a un pollo muy magro, a producir un pollo que ganaba carne en 75-78 días de manera importante junto con una creciente incorporación de tecnología.
En la avicultura argentina hubo un gran aporte desde la genética. Pero, por supuesto, eso se conjugó con un alimento balanceado cada vez más óptimo, con un alojamiento de las aves, un vasto conocimiento del manejo, mejores medidas de precaución sanitaria, y con las medicaciones adecuadas. Todo eso hizo que hubiera una optimización de los resultados: se pasó de un pollo de 78 días a 72, luego se bajó a 63, y hoy hemos alcanzado 50 días.
- ¿Y cómo fueron las primeras plantas de faena?
- Bueno, estamos hablando de tecnología que hoy la consideramos rudimentaria. Eran maquinarias que faenaban 1500-2000 pollos por día, que para le época era un volumen impresionante. Hoy, por ejemplo, hay plantas que faenan hasta 200 mil pollos por día. Más allá de la cuestión tecnológica, es interesante observar la oferta que hemos alcanzado. Por eso nos asustamos cuando pasamos de 5 a 10 millones de pollitos durante estos 50 años, y se pensó que volvería una crisis de superproducción. Los que sobrevivíamos, hacíamos un esfuerzo y ampliábamos el mercado y logramos pasar de consumir 3 kilos a 8-9. Por supuesto, creíamos que se podía seguir creciendo y así llegamos a 15 kilos, luego 24, y ahora estamos alrededor de los 30. Todavía, creemos, podemos seguir desarrollándolo un poco más, pero también estamos pensando en una exportación importante que se abrió de la mano de un nuevo plan económico que se dio a partir de 2002 sobre la base de un dólar proactivo. Este tipo de cambio nos permitió incorporar nueva tecnología, y además penetrar mercados que hasta ese momento habían sido esquivos. De ese modo, Argentina logró desarrollar entre 13 y 20 mercados de manera importante, no sólo enviando carne sino también huevo industrializado. En cuanto al huevo, hoy superamos las 200 unidades por habitante, y estamos en condiciones de exportar entre un 10 y 12% de lo que se produce. Con la carne, el asunto ha sido aun más ingenioso: se empezó a exportar a fines de la década del ’90 el pollo entero, luego –tibiamente –el trozado, y hoy estamos agregando continuamente valor en la cadena.
Creo que la avicultura, a modo de síntesis de estos 50 años, ha demostrado que está íntimamente ligada a lo que fuimos en algún momento: “el granero del mundo”; aunque quizás en su momento nadie se dio cuenta que era mejor transformar esos granos acá. Por eso, nuestra industria sirve como multiplicadora, ya que se puede agregar tanto valor como la imaginación lo permita.
- Sumado a la creación de empleo…
- Sí, nuestra industria ha contribuido a sumar más de 60 mil puestos de trabajo formales, pero sólo si a esto le sumamos todo lo que mueve de manera indirecta, como el área de granos, transporte, acopio, puertos, distribución de carga, plantas de incubación, granjas de genética, multiplicadores genéticos, producción de balanceados, fábricas de empaque, plantas de faena y packaging.
- ¿Y en qué momento se enlaza la historia de la avicultura con su historia personal?
- Mi padre es descendiente de italianos y nuestra familia estuvo con el negocio de la industria hotelera en Crespo y Paraná. Tenían lo que se llamaba “fonda y hospedaje”, que hoy es el nombre del Hotel. Mi padre vino de Italia y tuvo la visión de ponerse ahí, que estaba a una cuadra de la estación de trenes con un lugar que brindaba todas las comodidades a gente de paso.
Por el lado de mi madre, descendiente de suizo-alemanes, llegaron a Argentina directamente a trabajar en el sector agropecuario a producir granos y ganado. Al parecer, fue la influencia de mi madre la que me llevó a iniciarme muy joven en esto. Primero lo hice colaborando en una empresa en el año ’65 (la firma fue fundada en el ’58). Ahí entré como administrador-liquidador. Después de un tiempo de conocimiento del mercado y de trabajo, me di cuenta que era una empresa muy regional y que no pasa los 100 Km. de reparto. Por eso, empecé a recorrer la provincia, y luego me atreví a salir de la provincia porque vi que había posibilidades más grandes en Santa Fe, en Córdoba, y en Buenos Aires. Con el transcurso de los años fuimos dejando una avicultura que era muy casera y precaria, para incorporarnos en una gama de desarrollo industrial. Ahí, me subí definitivamente a esta actividad. Hoy cumplimos 51 años.
En la vida de esta empresa pasamos cinco sustos, que fueron las crisis que tuvo la avicultura. Pero pudimos sortearlas y lograr una mayor eficiencia de lo que hacíamos, y así fue que en los primeros años de los ’70 conseguimos para Argentina la representación de la primera línea para postura, cuestión que nos dio mucho prestigio, más allá de que en el mundo era cuarta, porque en definitiva teníamos una marca y pudimos dejar de usar los animales tradicionales. De ese modo, fuimos ganando mercados, y otras firmas fijaron sus ojos sobre nosotros, por lo que a fines de la década del ’90 teníamos 3 líneas incorporadas, entre ellas a la número 2 del mundo. Pero en la década del ’90 realizamos una alianza estratégica con la línea número 1 (Hyline), y ahí hubo un salto cualitativo importante, y además pasamos a ocupar una porción importante del mercado.
Por cierto, también fue muy importante para nosotros cuando montamos una planta de faena, exclusivamente para las aves que se encontraban fuera de ciclo de postura. Allí, se faenaba para enviar la carne a la exportación. Pero como no siempre había oferta de este tipo de gallinas (y por lo tanto la planta no trabaja) lo que hicimos fue desarrollar la cría para faena, exclusivamente. De ese modo, integramos todo el negocio.
Actualmente tenemos una muy buena imagen: de buen trato, de buena calidad, que es lo que hace cualquier empresario con buen nivel. Y para coronar todo el desarrollo, en el año 2005 instalamos lo que hoy es ASADO, en donde realizamos cocidos y comida preparada. Creo que estamos en la línea de innovación permanente.
- ¿Cuál fue el gran salto de la industria?
- Creo que fue con los créditos que Arturo Frondizi otorgó para el desarrollo de las empresas nacionales. También en la década del ’80, con el buen precio que había del pollo, y a pesar de que en el ‘85 nos pusieron una espada de Damocles con los pollos Mazorín. También, hay que reconocer el acceso a la tecnología que tuvimos en la década del ’90 y que actualmente estamos haciendo rendir al máximo. Te diría que hoy la avicultura argentina está muy cerca de tener un diez en puntuación.
- ¿Mejor que Brasil?
- Brasil tiene una economía de escala que puede tener Estados Unidos y que yo respeto. Nosotros quizás no tendremos esa escala, pero sí tenemos niveles de excelencia algo mejores que los de Brasil, si de producto final se trata. Indudablemente que Brasil es un país de respeto, porque es un jugador importante que le ha dado continuidad a un programa de desarrollo sostenido de ganar mercados en el mundo sobre la base de una alianza (que nosotros no hemos podido sellar) entre política y dirigencia empresarial. Creo que Brasil ha hecho una defensa de la industria nacional y que ha hecho que sea el país que conocemos hoy en día. Esperemos que algún día lo podamos lograr nosotros.
- Igual, comparativamente, ellos tienen muy buenas condiciones de inversión, y han logrado hasta tener puertos en distintos puntos del mundo...
- Por eso digo que es necesario trabajar juntos con el Estado. Necesitamos el apoyo para lograr inversión para el sector industrial y también para lograr los negocios. Pero necesitamos tener una política de incentivos fiscales que premien y no que castiguen a quienes invierten y desarrollan. También es necesario entender que cuando peligra un mercado ganado, no lo pierde un empresario sino el país, y para no perderlo hay que tener rápidos reflejos. Debemos, en ese sentido, tener una política de afianzamiento de las empresas que exportan.
Brasil, en ese sentido, premia al emprendedor y nosotros lo tenemos como algo ausente, y lo primero que queremos es que esté inscripto en la AFIP.
Otra de las cuestiones que se pueden hacer, es permitir que se reinviertan las utilidades y de ese modo no tener que tomar tanto crédito a tasas irracionales. Sería una gran palanca. También, por qué no, podría crearse un banco que acompañe el crecimiento.
* Periodista de Red Alimentaria.