LAS BUENAS PRACTICAS GANADERAS: UNA NECESIDAD COMPARTIDA

LAS BUENAS PRACTICAS GANADERAS: UNA NECESIDAD COMPARTIDA

Por  Grupo de Bienestar Animal de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA*
Vivimos una época en la que las nuevas tecnologías llegan sin pausa invadiendo todo los ámbitos de nuestra vida. Y la actividad ganadera no es la excepción.
Adaptarse a estos avances no resulta nada fácil, sea por tradición o por los muy elevados costos que acarrean. Sin embargo, los diferentes actores de la industria cárnica buscan la manera de adecuarse lo mejor posible a estos cambios en pos de no ceder espacios y seguir compitiendo en los mercados.
Ahora bien: si se encontrara un método sencillo, de fácil aplicación, que mejorara significativamente la calidad de la carne, aumentando así los ingresos y disminuyendo los gastos excesivos... ¿no sería ciertamente provechoso adaptarse a ese sistema?
Ese método existe y se basa en un concepto simple: el bienestar animal. Más allá de los principios éticos referidos al respeto por la vida que esta idea conlleva, existen otros puntos a tener en cuenta a la hora de tratar con animales de producción vinculados a los beneficios económicos que resultan de estas buenas prácticas ganaderas.
Problemática actual
El problema principal en los establecimientos ganaderos radica en que, muchas veces, no se sabe trabajar con la hacienda sin implementar la agresión, resultando éste un mal hábito tolerado por un alto número de ganaderos.  Nace de la falta de capacitación en el tema, siendo fundamental conocer los principios básicos del comportamiento del bovino para actuar en base a ellos.
Las mermas productivas asociadas al maltrato pueden solucionarse sencillamente con la capacitación del personal, especialmente en lo referido al manejo de los animales, para lo cual se requiere un gran esfuerzo de la dirección ganadera. Además, deberá existir una rigurosa selección de estos trabajadores evitando el contacto de personas agresivas con el ganado.
Algunos errores rutinarios del manejo son: 
Empujar, azotar, gritar
Utilizar perros (siempre representan una amenaza)
Uso desmedido de la picana eléctrica
Hacinar a la hacienda
Eliminando estos malos hábitos, es posible reducir consecuencias evitables tales como:
Más animales muertos y lastimados.
Mayor necesidad de tratamientos veterinarios
Estrés de la hacienda, con sus efectos negativos en el producto
Estrés y daños físicos del personal
Machucones en los cortes
Utilización excesiva de recursos (personal, caballos, perros, etc.).

Las cuales son los puntos principales que conducen a una menor rentabilidad de la industria cárnica.
No solo consideramos necesario el trato humanitario hacia el ganado, también el asesoramiento veterinario en otros aspectos referidos a un concepto integral del bienestar, haciendo hincapié en el ambiente en que viven los animales (instalaciones adecuadas, garantizar sombra, agua fresca, etc.), el transporte de los mismos  y su faena, es decir actuar en todos las eslabones productivos.
Una muestra de la realidad
La idea del beneficio del bienestar animal no es solo una teoría: es una realidad que, como tal, puede ser demostrada en hechos sencillos y cotidianos. Para ello, resulta útil disponer de las experiencias de algunas personas idóneas en el rubro.
Contamos, por un lado, con el caso del dueño de un frigorífico quien, luego de pasar mucho tiempo brindando un trato erróneo a los animales y observar las altas pérdidas monetarias que esta situación le generaba, decidió cambiar la estrategia consiguiendo de ese modo resultados claramente positivos.
El momento del trasporte, por ejemplo, era un punto de gran significación. Ya desde la movilización de los animales, su paso por la manga, hasta el ascenso y descenso de los camiones, los malos tratos provocados por el personal a cargo a través de, por ejemplo, golpes o uso de picanas, generaban mucho estrés, especialmente teniendo presente que estos animales son presas de predadores en su ámbito natural. A causa de estos malos modos, eran comunes las caídas bruscas en su intento por protegerse, con la consecuente aparición de daño del cuero, hematomas y machucones internos en la carne, principalmente en los cuartos traseros, que resultan los de mayor valor. Además, no eran raras las lastimaduras provocadas por raspones o clavaduras con rebordes y saliencias de puertas, paredes u otras superficies Estos hechos, sin duda, eran la resultante directa de una falta de capacitación de las personas responsables de estas tareas. Es por ello, que se decidió brindar una mejor preparación y entrenamiento, dándoles una visión amplia, global y simple de la naturaleza de estos animales para que así, aprovechando estos conocimientos básicos, pudieran lograr una movilización menos dificultosa, más rápida y con menos daños físicos, traduciéndose en marcadas mejoras monetarias. Así mismo, las lesiones provocadas por la propia infraestructura, también disminuyeron considerablemente a través del control de las instalaciones, paredes y pisos evitando tantos golpes, caídas y heridas.
Por otra parte, el sofocamiento y la falta de agua sufridos durante el trasporte, no eran un detalle menor. En el trayecto que recorrían, el hacinamiento era constante, así como las pateaduras, empujones y golpes que los animales se provocaban entre sí por una actitud claramente defensiva. Soluciones simples y prácticas mejoraron rápidamente esta situación: proveer agua previo a la faena y el transporte, acortar las distancias para disminuir las horas del traslado y, por lo tanto, el estrés provocado por el viaje; evitar el hacinamiento; dar horas de descanso realizando, de ser posible, la faena con los animales calmados  aseguraron así una mayor terneza de la carne y mejor aprovechamiento evitando también la negrura de la misma a causa del estrés pre-faena.
Estas situaciones, así como también la mala alimentación brindada durante el crecimiento del ganado, la cual provocaba alteraciones abruptas en el sabor de la carne, desnutrición y menor rendimiento, o la presencia de perros que provocaban reacciones de miedo y agresividad en los animales impidiendo o dificultando el manejo, fueron corregidas con el tiempo y dieron excelentes resultados.
Se observó entonces que el dueño de este frigorífico se vio altamente beneficiado por medio de la aplicación de estas normas de bienestar animal, que no fueron ni más ni menos que simples maniobras prácticas para mejorar la calidad cárnica y, junto con ella, los ingresos.
Sin embargo, hay un hecho que llama mucho la atención. Dentro de todas las mejoras y ventajas conseguidas, el papel de un veterinario no parece haber resultado de importancia ni de interés. Para generar los cambios, solo se basó en los propios errores y en consultas con otros trabajadores del rubro.
Otro caso a tener en cuenta es el de dos productores de cría en la zona sur de la Pcia de Bs As. Uno de ellos, creyó ser el menos afectado por las normas de Bienestar Animal, siendo que los terneros son vendidos luego de su nacimiento a productores que se dedican a la invernada o engorde para su posterior venta a frigoríficos en donde, según su opinión, se observan las mayores pérdidas económicas debido al transporte. Si bien tiene conocimiento de la existencia del bienestar animal, considera que es difícil de aplicar, ya sea por el tipo de animales, por el personal o por el propio veterinario. De hecho, si bien no está acostumbrado a trabajar con perros para el trato con el ganado, tiene vaquillonas compradas de otro campo que, por el trato previo que evidentemente tuvieron las mismas, siente que no puede manejarlas de otra manera. También considera difícil hacerle entender al personal cómo deberían tratarlas, debido a que trabajaron siempre así y sus tradiciones están muy arraigadas. Finalmente, se pudo ver que el veterinario es una persona de otra generación y no tiene a las normas de bienestar animal como una premisa.
En cambio, el otro productor, quien trabaja en la misma zona del país, dice que usó siempre la lógica: conociendo la naturaleza de los animales, deja que se movilicen solos, sin correrlos, no usando perros ni gritos, acompañándolos desde atrás sin presión. Plantea que este método siempre le dio buenos resultados. Además, cuenta con un personal que piensa igual que él resultándole de ese modo más fácil aplicar este método.
Un pilar fundamental: el veterinario
Lamentablemente, las tradiciones muy arraigadas sumadas a la falta de educación, llevan a que se le reste importancia al buen manejo de los animales, como así también al rol y al valor del veterinario quien debería ser considerado clave ante la organización de un rodeo, no solo controlando la salud si no asesorando en cada paso con respecto a las maniobras más adecuadas para el trato del ganado. 
Es un típico error de nuestros días considerar que el estado de bienestar de un animal se basa exclusivamente en una imagen saludable, del mismo modo que se cree que el médico veterinario tiene la exclusiva función de confirmar o no ese estado de salud.
Un animal pleno debe encontrarse libre de hambre y sed, de temores, de molestias físicas y psíquicas que le eviten cualquier estado de estrés, responsable directo de muchas de las serias alteraciones en la calidad de su carne y, junto con ello, de bajas importantes en la producción.Y es responsabilidad del profesional veterinario que estas bases se cumplan.
Como se pudo ver en los ejemplos dados, los veterinarios no merecieron más que menciones breves en las que incluso se les restó trascendencia.
En la actualidad, el buen veterinario es un profesional que cuenta con amplios conocimientos sobre el correcto manejo de los animales y, del mismo modo, está capacitado para asesorar y proyectar junto con los trabajadores ganaderos planes óptimos que permitan obtener los mejores resultados en la industria.
Darle la importancia que merece como pieza fundamental, dará como resultado un beneficio compartido: para los animales, para el veterinario y, claramente, para la industria cárnica que evitará grandes pérdidas económicas completamente innecesarias.
Maltrato, ¿como afecta la calidad de la carne? Además de las pérdidas ocasionadas por los machucones, que derivan del maltrato (golpes, choques, uso de picana…) también se produce una disminución de la calidad de la carne como consecuencia del estrés que sufre el animal en las horas previas a la faena. Se consumen las reservas energéticas de los músculos (glucógeno), lo que limita la reducción del pH de la carne post faena. Debido a esto la carne se torna oscura, afectando negativamente la calidad de la misma, generando perdidas económicas locales y limitando la exportación. Todo esto se puede prevenir con un manejo adecuado. Conclusión: a partir de la situación planteada, reconocemos la gran necesidad de crear y afianzar la relación entre veterinarios y productores. Es de importancia la capacitación que debe recibir e incorporar el veterinario durante su desarrollo académico, así como que se le permita cumplir ese rol para el cual se ha preparado en lo que se refiere no solo a las prácticas habituales relacionadas con la salud animal, sino también a su participación en todos los eslabones de la cadena productiva.
Destacamos, entonces, el significado en cuando al crecimiento del vínculo productor/ veterinario, que evidencia un beneficio conjunto convirtiéndose en una necesidad compartida el lograr tanto el bienestar de los animales como la implementación de buenas prácticas ganaderas con el fin de evitar los grandes perjuicios económicos que su ausencia implican.
*Estudiantes de la carrera de Ciencias Veterinarias cuyo objetivo es acercarse a la vida real de la industria cárnica, unas de las más importantes en el país.

 

 

 

 

 

 

 

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