Cinco alternativas que favorecen el reemplazo de los promotores de crecimiento

Los promotores de crecimiento están clasificados como “no aceptable” por su capacidad de ampliar la resistencia antimicrobiana, motivo por el cual se hace necesaria la búsqueda de alternativas naturales que favorezcan una mejor salud intestinal.


Por: Ing. Carlos Rodriguez, Jefe de Investigación y Desarrollo en BEDSON S.A.

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El uso de antibióticos puede ser de 4 tipos diferentes: Terapéutico (ACEPTABLE); Metafiláctico (ACEPTABLE); Profiláctico (NO ACEPTABLE); o Como promotor de crecimiento (NO ACEPTABLE). Las consideraciones de “ACEPTABLE” o “NO ACEPTABLE” responden al uso racional y responsable de antibióticos, en el cual la finalidad es de tratar alguna enfermedad con manifestación clínica, bajo las recomendaciones del fabricante. El uso de promotores de crecimiento no es recomendado, ya que al dar el antibiótico por debajo de la dosis y en forma indiscriminada, amplía la resistencia antimicrobiana y, en consecuencia, la necesidad de aumentar la dosis pudiendo llegar a niveles tóxicos para los animales y generando mayores residuos medioambientales. 

La inclusión de estos antimicrobianos a bajas dosis producía, teóricamente, un efecto en la microbiota intestinal. Se pretendía mantener a raya a la flora patógena, que con la dosis subclínica del antibiótico no llega a desarrollarse, y habría un aumento del crecimiento de la flora benéfica, menos sensible al antibiótico y por ende favorecida. Buscando una alternativa al uso de promotores de crecimiento, necesitamos efectos similares. Algunas alternativas: 

  • Probióticos: se trata de un cultivo de microorganismos vivos, administrados oralmente, y que colonizan el intestino, desplazando a la competencia microbiana. Son cultivos puros, donde los microorganismos están caracterizados. Podemos contar a cepas de: Lactobacillus bulgaricus, Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus casei, Streptococcus thermophilus, Bifidiobacterium lactis, Pediococcus pentosaeus y Saccharomyces boulardii.

  • Prebióticos: no son organismos vivos sino sustancias que pueden ser aprovechadas (fermentadas) por la microbiota benéfica y no por las enterobacterias patógenas. Al brindar un nutriente a la microbiota benéfica se favorece su proliferación frente a los patógenos, produciéndose la exclusión competitiva. Existen varios trabajos científicos en los que se prueba la eficacia de los prebióticos, llegando a ser una alternativa muy recomendada. Se destaca la Inulina, mezcla de oligosacáridos y polisacáridos compuestos por una glucosa, y una cadena lineal de fructosas unidas por enlaces glicosídicos β1-2. Esa unión no es hidrolizable por la batería enzimática ni de la flora patógena, ni tampoco por la del huésped animal (humano, ave, cerdo, etc.). Sólo es energía metabolizable para la microbiota benéfica, y por esta imposibilidad que tenemos los animales de fermentarla, la inulina forma parte de la fibra alimentaria. La fermentación de la inulina deriva en subproductos que tienen propiedades benéficas: ácidos grasos de cadena corta, que no solo son en sí fuente energética aprovechable por el animal, sino también contribuyen a bajar el pH del entorno intestinal, generando una condición en la que la microbiota benéfica se encuentra más favorecida que la microbiota patógena. El uso de prebióticos deriva en la multiplicación de aquellos microorganismos que deseamos tener en supremacía, contribuyendo a la salud gastrointestinal, la mejora en la absorción de nutrientes, la mejora en la respuesta inmunológica, la barrera física y microbiológica a la traslocación intestinal (causa de múltiples enfermedades), y en suma a la mejora en la performance productiva, sin recurrir a los antibióticos tradicionales. Otros prebióticos son los Fructooligosacáridos (parecidos a la inulina pero con grado de polimerización no superior a 5, toda vez que en la inulina frecuentemente tenemos grados de polimerización de 10, 20 o más); los Galactooligosacáridos (rafinosa, estaquiosa y verbascosa, por ejemplo), o los Xilooligosacáridos. 

  • Pared celular de levaduras: la pared celular de la levadura (Saccharomyces cereviciae), a mi entender, debería ser tratada aparte. El efecto benéfico intestinal tiene un mecanismo distinto al anterior, y además está fundado en dos tipos de componentes diferentes: las mano-proteínas, que contienen en su estructura manano-oligosacáridos; y los beta-glucanos que no son microorganismos vivos, sino sustancias con actividad benéfica. No solo se ha demostrado que la pared celular de las levaduras tiene actividad como adsorbente de micotoxinas, sino que también tienen otras funciones: Por un lado, las mano-proteínas actúan fijando bacterias patógenas. Los restos de manosa de las mano-proteínas bloquean las lectinas que utilizan las bacterias patógenas para anclarse al intestino, evitando su proliferación. A su vez, se ha determinado que los beta-glucanos son promotores de la mejora en la respuesta inmunológica, activando macrófagos que luego actúan frente a las enfermedades desde su etapa inicial.
  • Antimicrobianos (naturales y “natural like”): existen sustancias de origen natural con actividad antimicrobiana. En su uso se buscan los mismos efectos que en los promotores de crecimiento, pero por una vía natural donde los efectos tóxicos queden mitigados. El uso de estas sustancias no requiere períodos de retiro. En relación con la generación de resistencia, debe tenerse en cuenta si los mecanismos de acción son específicos o bien responden a una estrategia bioquímica que es muy difícil de desarmar por parte de la bacteria atacada (básicamente debido a efectos físicos y reacciones químicas sencillas), y que por ende sea muy difícil la generación de resistencias. Los antimicrobianos de origen natural incluyen aceite esencial de orégano, canela, menta, eucalipto, ajo, enebro, tomillo, romero y otros. Y de este conocimiento surge también la posibilidad de recurrir a componentes “natural like”, que son las sustancias presentes en aquellos aceites esenciales, pero de origen sintético, por ejemplo Carvacrol, Timol, Cinamaldehído, Mentol, Eugenol, etc.

  • Con efectos indirectos: en ocasiones, el uso de algunas sustancias como inmunomoduladores, o nutrientes, producen efectos en el balance de microorganismos intestinales. Resulta interesante resaltar el efecto que producen las sustancias con propiedades coleréticas y colagogas, o hepatomoduladoras. El caso más concreto es el del extracto de Alcachofa (Cynara scolymus); un producto natural que promueve la liberación de la bilis, favoreciendo que se emulsione la materia grasa presente en la matriz alimenticia, permitiendo que el paquete enzimático del intestino penetre mejor en esa matriz, logre disgregar a los macro-componentes del alimento en sustancias más pequeñas y más fácilmente absorbibles, mejorando así la conversión alimenticia. Lo interesante aquí es hablar del efecto que la bilis produce en la microbiota intestinal. Toda vez que ejerce un efecto detergente, y que las bacterias patógenas, usualmente Gram (-) negativas, contienen en su pared citoplasmática una cubierta de lipopolisacáridos y proteínas (una matriz lipídica), esta matriz es disgregada por los ácidos biliares, y de esta manera se limita su crecimiento, ya que en contraposición, bifidobacterias y lactobacilos son bacterias del tipo Gram (+) positivas que no se ven afectadas por la acción detergente de la bilis. En consecuencia, tenemos un efecto sobre la microbiota intestinal, producto de la acción de un aditivo utilizado normalmente para mejorar la absorción de nutrientes, y que también mejora la salud intestinal.

Conclusión

Estos productos utilizados como alternativa a los promotores de crecimiento, no tienen por qué usarse solos. Se admiten combinaciones con posibilidad de lograr efectos sinérgicos, cuya implementación depende del análisis fisiológico y fisicoquímico puntual.

Más información: 
https://bedson.com/


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