BRASIL: EL CHULETON AMAZONICO
Los vecinos de Amherst, una próspera comunidad del estado de Massachussets (EEUU), están encantados con la carne brasileña. Es más sabrosa que la de su país y si aprobó los rigurosos estándares sanitarios del Departamento de Agricultura es porque se puede consumir sin riesgo de enfermedades. Envasado al vacío, como debe ser, el jugoso solomillo y el suculento costillar llevan impresas la foto de un gallardo vaquero que agita su sombrero en medio de una pradera. Pero esa imagen es sólo una parte de la historia de la carne que van a consumir.
El capataz de la hacienda de Boa Virgem, al norte del estado de Mato Grosso, galopa hacia el llano donde pace el ganado. Sudoroso y tronante, el jinete increpa a los vaqueros de su cuadrilla. ¿No huelen la densa humareda que amenaza con asfixiar a los pobres animales? El incendio que ya consumió varias leguas de añosos cedros, caobas y castaños (especies protegidas) y que ahora se propaga en todas las direcciones, no estalló de forma casual. Fueron los propios peones quienes, obedeciendo órdenes, prendieron fuego a esa parte de la jungla a fin de ganar nuevos terrenos para los pastizales. El procedimiento es bastante seguro (sólo que esta vez se les ha ido la mano). La prueba está en que, de acuerdo con el grupo ecologista Greenpeace, cada año se queman unos 19.400 kilómetros cuadrados (casi el doble de la superficie de Asturias) de jungla, pese a lo cual las pérdidas de los ganaderos son mínimas. Conviene saber que el 90% de las quemas son ilegales, debido a que afectan a zonas prohibidas para la explotación comercial.
De los aproximadamente 64 millones de reses que Brasil posee, más del 25% se encuentran en la región selvática de Mato Grosso, el principal estado agroproductor. De ahí que en los últimos seis años un área de 187.587 kilómetros cuadrados (km2) de bosque -el doble de la superficie de Hungría- haya desaparecido del mapa sólo en esa región. Contribuyendo a un total de 700.000 km² deforestados de selva amazónica brasileña, un área equivalente a las superficies de España, Portugal y Hungría.
El satélite Landsat transmite una secuencia de imágenes de la Amazonía a la sede del Ministerio de Medio Ambiente en Brasilia, donde son analizadas por el titular de la cartera, Carlos Minc y su equipo técnico. Las imágenes permiten visualizar los incendios en tiempo real. Cuando era nuevo en su cargo, Minc solía participar en los operativos contra quienes desbrozaban las áreas protegidas y él mismo multaba a los infractores. De un tiempo a esta parte, su entusiasmo ha decaído, al comprobar que los informes que envía al gabinete de Lula, son recibidos con cierta frialdad. Los motivos están claros. En el año 2003, Brasil se convirtió en el primer exportador de carne bovina y, junto con China, en el principal productor de cuero vacuno en el mundo. Tiene el mayor número de cabezas de ganado comercial y un tercio de cada tonelada de carne que llega a los mercados proviene del coloso sudamericano.
En los últimos 11 meses, la industria ganadera ha ingresado 6.900 millones de dólares -cerca de 5.000 millones de euros- al país y Lula no piensa dormirse en los laureles: para el año 2018 pretende duplicar esa cifra. No deja de llamar la atención que en la Conferencia del Cambio Climático, celebrada en 2008 en Polonia, el mismo Lula se comprometiera a reducir la deforestación en un 72%, fijando como meta. el año 2018. «Brasil puede servir de ejemplo al mundo de como combatir la deforestación y la emisión de gases de efecto invernadero», proclamó el líder brasileño, pese a que Brasil es el cuarto emisor mundial de esos gases. Según Greenpeace, la deforestación y los cambios de uso del suelo provocan el 75% de todas las emisiones brasileñas de gases de efecto invernadero. De éstas, casi el 60% procede de la pérdida de cubierta forestal y de la quema de bosques en la región amazónica.
«Estamos ante un típico caso de desdoblamiento de la personalidad», ironiza Joao Silveyra, del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente (IHMA), apuntando a la contradicción entre los postulados ambientales y los planes económicos del presidente.
A través del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES), el gobierno concedió 2.650 millones de dólares a las cinco mayores empresas ganaderas y 41.000 millones de dólares al sector agrícola, de los cuales los productores de soja -otro agente deforestador- se llevaron la mayor parte. «La expansión de las explotaciones ganaderas hacia la selva es un 'joint venture' del gobierno y de los mega-frigoríficos. Esa es la cruda realidad», sostiene Silveyra.
LA RUTA DE LA CARNE
De acuerdo con el último informe de Greenpeace, los principales socios del gobierno en esta tarea son las empresas Marfrig, la cuarta mayor exportadora de carne bovina del mundo; JBS, la principal productora de carnes procesadas; y Bertín S.A., líder en la exportación del cuero. Estos consorcios reciben la materia prima de unas 300 'fazendas' que ocupan el 80% de las áreas deforestadas de la Amazonía. Un territorio forestal que, al estar ocupado ilegalmente, resulta extremadamente barato, de ahí que la cría de ganado en estas tierras sea un negocio muy lucrativo que continúa en plena expansión.
Los consumidores europeos y norteamericanos son cada vez más escrupulosos a la hora de verificar la procedencia de los productos que compran. Sin embargo, la demanda de carnes y cueros brasileños ha aumentado un 30% en los últimos dos años. Esto se debe a la dificultad para trazar el origen de esos productos.
Descendamos a un caso concreto. Chapeó, una hacienda de 17.091 hectáreas propiedad de Antonio Roberto da Lima, ocupa una de las zonas protegidas de Mato Grosso. Pero las plantas de Marfrig y JBS se encuentran en San Salvador de Bahía y en el estado de Río Grande del Sur, donde son etiquetados los productos que exportan a Estados Unidos, Asia y Rusia.
Lo mismo ocurre con los cueros que las marcas Nike y Adidas utilizan para fabricar calzado deportivo. De la planta de Bertín S.A. salen rumbo a China y Vietnam, donde se fabrican las zapatillas. Al leer la etiqueta, el ingenuo cliente en Londres o Nueva York, piensa que el cuero es de procedencia asiática. Pero el cuero no sólo se destina a zapatos. Brasil domina la producción mundial, y como materia prima de lujo que es, una buena parte se destina a la fabricación de asientos para coches, muebles, e incluso juguetes masticables para perros (en EEUU y Europa se gastan más de 700 millones de dólares cada año en este tipo de productos para mascotas), y nadie pensaría que provienen de la Amazonía brasileña. «El sinuoso itinerario que recorren las carnes y los cueros funciona igual que el lavado de dinero de la droga, borrando el estigma de sus orígenes», concluye Joao Silveyra.
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FENÓMENO GLOBAL
La globalización ha convertido la destrucción del Amazonas en algo que afecta a todo el mundo. Un consumidor occidental puede estar contribuyendo a su deterioro sin siquiera saberlo.
Cuero
China es el principal comprador de cuero brasileño y produce el 60% del calzado de todo el mundo. Italia, con una potente industria del lujo, contribuye con la producción de bolsos, zapatos, muebles.
Carne
Muchas hamburguesas, comida precocinada e incluso los juguetes que mordisquean los perros, provienen de ganado vacuno criado en explotaciones ganaderas que robaron terreno a la jungla.
Fuente: El mundo.es