CARNE: CAMBIA EL MAPA MUNDIAL
La contraprueba realizada en Gran Bretaña sobre la aparición de un caso de «vaca loca» en Estados Unidos dio positivo, lo que desató especulaciones sobre qué países serán los ganadores y cuáles los perdedores en el nuevo mercado internacional de la carne.La confirmación de un caso de «vaca loca» en el ganado de Estados Unidos deja, en el corto y mediano plazo, ganadores y perdedores en el mapa mundial del comercio agropecuario.La conmoción causada por esta noticia significa un duro golpe para la carne y todos sus subproductos. Paradójicamente, esta situación implica un reposicionamiento de productos y subproductos vegetales que pueden sustituir a la carne en la alimentación animal, por caso, la soja.El mismo accidente en Gran Bretaña, aunque hasta ahora de mayor magnitud, implicó una caída de 25 por ciento en los precios internacionales de la carne y una retracción del consumo que costó remontar en los principales países consumidores y demandantes del producto vacuno.Para la ganadería argentina, aún golpeada por los efectos de la fiebre aftosa, implica un mazazo certero sobre cualquier posibilidad de recuperación. La Argentina no podría beneficiarse pese a su status de «país libre de encefalopatía espongiforme bovina» (EEB), porque está muy reciente en la memoria colectiva el caso de fiebre aftosa en Tartagal que volvió a cerrarle todos los mercados que recién ahora comienza a recuperar.La Argentina es hoy un vendedor de carne fresca sólo apto para los países que se denominan del «circuito aftósico», que no exigen «riesgo cero» en sanidad y que pagan menos por la carne.Por lo tanto, sólo podría aspirar a «ganar» pequeñas porciones de esos mercados que quedarían descubiertos por los mayores proveedores mundiales (Brasil, Australia, Nueva Zelanda) que cubrirían -si persiste el castigo sobre EE.UU.el bache de oferta que generará el país del Norte. Entonces, aunque cueste creerlo, la Argentina sólo podría beneficiarse con cubrir los espacios que, por ejemplo, Brasil no pueda satisfacer en nichos pequeños y de menor valor.Dado el antecedente negativo de la Argentina en la credibilidad internacional y los recurrentes resbalones en las negociaciones posteriores (que, en búsqueda de mayor credibilidad, llevaron al país a anticiparse al declarar supuestos focos luego desechados), se genera un escenario poco propicio para el crecimiento. Uruguay, habilitado para vender, por caso, a Japón, podría ganar más, aunque cuenta, como la Argentina, con la barrera de un escasa oferta de carne.La caída del consumo mundial golpearía también a los exportadores argentinos de carnes termoprocesadas, muchos de los cuales tienen a Estados Unidos como principal comprador. El efecto de baja de precios por menor demanda también golpearía este.Para el consumidor argentino no habría motivo de temor: el país ya no importa carnes ni derivados desde EE.UU. como lo hacía hasta 2002, con picos estacionales de demanda, por ejemplo, de mollejas. La caída en el consumo interno determinó también un quiebre en esa tendencia.Aunque en la Argentina la carne se produce mayoritariamente a pasto, con características casi orgánicas -cualidades que le valieron una posición diferencial-, en el mundo, el ganado se alimenta a base de harinas de carne y, en casos extremos, de harinas vegetales. Ante el temor de contagio de la EEB a través de las harinas de carne (debería ser, en realidad, de un animal enfermo), la demanda internacional se volcaría hacia las harinas vegetales, que son más caras.